Me sigue pasando, aunque cada vez se quedan menos conmigo, que algún pensamiento se obstina en “torturarme”. También puedo observar en otros/as, gracias a las personas a las que acompaño, cómo ciertos pensamientos, que traen una y otra vez a las sesiones, les impiden olvidar un pasado añejo que, por ser lo único conocido, no sueltan para poder al menos vivir su presente; o que aferrados a ideas caducas, que se les quedaron hilvanadas en su piel emocional, no se permiten actualizar sus principios, sus deseos, sus necesidades más urgentes… y paro porque me empiezo a enrollar… todo esto porque una amiga me ha recordado hoy un libro y al echarle un vistazo me ha gustado recordar esto… que un pensamiento, una idea no es más que aire, una chispa dentro de mi cerebro, nada… si yo no quiero que lo sea.
“Antes habría sido capaz de morir por unas ideas, por mis ideales, que en realidad no son tan míos como creía. Siempre pensé que era bueno ser fiel a unos principios; ser coherente pese a tener miedo o no querer realmente serlo. Ese es el verdadero sacrificio tan valorado en nuestra cultura. Ahora puedo cambiar de opinión, no tengo porque seguir los ideales de nadie, puedo no ser coherente si así lo decido, puedo elegir la vida, aunque para otros, suponga un acto de supuesta cobardía”.
“El eneagrama del Mulá Nasrudín”. David Barba. (Testimonio de un E2)