Nos resulta fácil quejarnos,  es como si toda la responsabilidad o posibilidad de cambio estuviera fuera. Pero pocos asuntos de los que nos conciernen salen de los límites de nuestra piel.

Te propongo hacer un ejercicio:

En un folio pones tres columnas, sitúa la hoja en horizontal para que te quepa mejor lo que vas a ir escribiendo.

Siéntate en una postura cómoda, cierra los ojos e intenta mantener una respiración pausada. Ahora pon atención, en tu cabeza, a todo eso de lo que te sueles quejar.

En la primera columna escribe una lista de todas tus quejas, éstas pueden ser sobre ti, sobre los demás, sobre el mundo o sobre el universo si es lo que te hace falta. Le pones como título «Estoy harta de…» Acuérdate de incluir todos los ámbitos y roles que desempeñas en tu vida cotidiana.

«Estoy harta de que todo el mundo me pida a mi que me haga cargo de todo lo de casa»

Cuando aparezca un absoluto (todo, nada, siempre, nunca) en la frase subrayala. Presta atención si utilizas mucho los absolutos. Normalmente no se ajustan a la realidad y expresarlo de este modo te deja más abrumada e indefensa.

En la segunda columna, lo titulas «Exijo que…» . Anota lo que exiges para que esa queja pueda desaparecer. Hazlo desde las tripas y con un tono de «tengo derecho a…» Si aparece el enfado, déjale espacio.

«Exijo que me dejen en paz»

Te sitúas delante de un cojín o un espejo con la lista al lado y mientras te miras vas leyendo tu queja y lo que exiges al respecto. Imagina a quien se lo dices, puede ser a ti mismo o a otra persona, a la vida,…

Siéntate de nuevo, con ojos cerrados y presta atención a tus sensaciones corporales, a lo qué va viniendo a tu cabeza y qué emociones van apareciendo. No hagas nada, sólo respira y presta atención a lo que te va sucediendo en los tres centros (corporal, mental y emocional)

Coge de nuevo la hoja y rellena la tercera columna a la que titularás «lo que necesito es…» Detrás de cada exigencia palpita una necesidad que o bien no está cubierta o bien, no somos capaces de identificarla.

«Lo que necesito es compartir las tareas… Lo que necesito es espacio para mi… Lo que necesito es descansar… Porque no puedo con todo yo sola..»

Cuando termines el listado quédate un rato contigo y deja que la experiencia vaya cogiendo su espacio en tus pensamientos, en tus emociones y en el cuerpo.

Cuando nos quejamos nos ponemos en la víctima, si bien es cierto que da cierto poder, sobre todo, nos quita la posibilidad de hacernos cargo de nosotras mismas; Desde la exigencia nos ponemos en el papel de verdugo y corremos el peligro de perder a alguien que nos importa además de que una vez soltado el fuego del enojo, una misma se queda disgustada; si hablamos desde la necesidad genuina y honesta normalmente somos escuchadas y sobre todo, aprendemos a respetarnos y que nos respeten.

Delante de toda queja hay una exigencia y detrás una necesidad no escuchada ni atendida. Lo primero, para poder cubrirlas por ti misma o conseguir que otros entiendan esa necesidad hay que identificarlas y expresarlas.

En tus manos está que tu mundo cambie.

 

Si tienes cualquier duda con el ejercicio ponte en contacto conmigo. clic aquí

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