En todas nosotras conviven cientos de polaridades, una de ellas es el perro de arriba, la exigente, la enfadona, la que se ocupa de recordarnos cuál es nuestro deber, y en su polaridad está el perro de abajo o la niña: ésta busca el placer, lo instintivo, disfrutar y satisfacer los deseos. Tanto una como otra pueden agobiarnos con su chachara, la primera gritando y mirando al futuro; la segunda, demandante por lo que no fue, sólo mira al pasado.

¿Qué no comprende la niña? Has aprendido a congelar tus emociones para no sufrir pero ¿Cuándo paras tu emoción, cuál es ese lugar al que te retiras, ese sitio donde nunca pasa nada?, donde no hay esperanza pero si mucha melancolía, un lugar que ya no es de este mundo, donde la vida pasa pero sin vivirla.

Siempre está la posibilidad de que algo suceda. Puedes elegir si cierras o abres. Si te entregas a la vida o renuncias a ella. No sabes lo que sucedería si te dejas en lo que es. ¿Qué hay en el lugar viejo? ¿Lo que hubiera podido ser y no fue? mirar al pasado nos impide vivir el presente y decir SI a lo que hay.

Habla con ella con el amor y la compasión que se merece pero también con la firmeza de la adulta ¿Crees o sientes que renuncias a parte de tu poder o de tu identidad si sales de la queja? Coge el deseo de tu niña y deja que el poder de tu adulta le apoye. Juntas.

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